Valor en salud
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Lectura sanitaria preelectoral

Lectura sanitaria preelectoral

Josep M. Pomar
Presidente de Fundación Signo   /   23-04-2019   /   0 COMENTARIOS   /  A+ | a-
En un artículo titulado "Prometen y cumplen", Victor Lapuente se refería a un estudio europeo, en el que participó Joaquín Artés, sobre el grado de cumplimiento de los programas electorales en diversos países. La conclusión desmentía la extendida creencia de que los políticos incumplen sus promesas y, aún más, el caso español resultaba especialmente ejemplar con más de un 70% de cumplimientos totales o parciales.

El problema, seguía Lapuente, no es tanto la fidelidad a los programas como el grado en que estos "no han representado unas demandas ciudadanas (...) sobretodo generacionalmente (...) dejando de lado temas que preocupan a un electorado más joven, dinámico y cultivado democráticamente".

Atraído por este enfoque y aprovechando la climatología de esta Semana Santa, he revisado los apartados dedicados a la sanidad de los programas electorales de los partidos que compiten en estas próximas elecciones generales. Sin duda, sea cual sea el resultado, una parte importante de lo que va a ser la política sanitaria del futuro inmediato se contiene, de forma explícita o insinuada en las propuestas que ahora lanzan los partidos.

La sanidad no suele figurar entre los temas que centran el debate político electoral. Tampoco parece que vaya a ser esta una excepción a menos que se consideren grandes debates las acusaciones y promesas sobre listas de espera, sobre el copago o sobre los supuestos de privatización. Y es que, leídos en su conjunto, los programas contienen mucho enfoque parcial y hasta disperso. Se formulan iniciativas interesantes, algunas de ellas demandas sociales (enfermedades raras, prestaciones bucodentales, pseudociencias, eutanasia...), aspiraciones del sector (interoperabilidad, compras centralizadas, nuevas tecnologías...), y problemas de salud evidentes (obesidad, tabaquismo, paliativos...), hay muchas coincidencias en tratar estos temas, con diferentes grados de concreción, lo que indica sensibilidad a las demandas, y un esfuerzo por no quedar atrás, en la línea que apuntaba Lapuente. Pero se hecha en falta el abordaje global, la visión de conjunto del sistema y la posibilidad de reformarlo desde la posición de gobierno.

Cabe matizar, como elemento de diferenciación de los programas, tanto su extensión y número de propuestas como su grado de concreción. Más pródigos, extensos y precisos son los programas Socialista y de Podemos; PP y Ciudadanos se sitúan en un término medio y Vox presenta un programa muy escueto de cinco puntos, muy centrado en la recentralización.

En nuestro país, con independencia de los reproches a los que han gobernado en uno u otro momento, no se cuestiona, en general, ni desde el ámbito político ni desde la sociedad, que nuestro sistema de salud y nuestro modelo asistencial gozan de un importante reconocimiento por parte de la población, por sus puntos fuertes como la accesibilidad, su  cartera de prestaciones y por su resistencia a comparaciones en cuanto a resultados y costes. Es probable que este contexto, que ahuyenta la tentación de cambios o reformas en profundidad, lleve a que los programas se muevan entre las declaraciones generalistas o genéricas y la enumeración de micropropuestas, que recogen aspiraciones actuales de la sociedad o de grupos sociales específicos.

Cierto también que el grado de descentralización sanitaria dificulta la formulación de directrices en el modelo de organización y prestación de los servicios, pero llama la atención que, a diferencia de lo que se oye en la mayoría de debates del sector, no se aborden aspectos como la gobernabilidad del sistema, más allá de los genéricos "reforzar el consejo interterritorial" o "revisar la Ley General de Sanidad"; no se apunte a la necesidad de un pacto de estado para  afrontar la sostenibilidad y la financiación, ahora que la bonanza económica permite hacerlo de forma distinta al recorte de otras etapas; no se insinúen siquiera medidas para aligerar la burocracia propia de la administración que impide una adecuada orientación al ciudadano y una gestión más eficiente o no se plantee la revisión del actual modelo de recursos humanos, un auténtico cuello de botella para su evolución y el área que mayores dificultades puede presentar en los próximos tiempos. Sorprende también que no existan propuestas innovadoras sobre la atención primaria, por mucho que su gestión corresponda a las CC.AA., o sobre la continuidad entre el sistema sanitario y el sistema social, componente que limita las apuestas por la cronicidad.

Es comprensible que los programas deban ser digeribles y aceptables por el conjunto de la población. Una lectura desde el sector tiene sin duda sus sesgos y en buena parte se puede corresponder con un plano distinto al de un programa electoral. Pero, sin duda, habrá que insistir, en un segundo tiempo, a la hora de los pactos y de los acuerdos, y a la hora de tomar el impulso del nuevo gobierno, en que demorar el debate sobre algunos cambios puede dañar a nuestra sanidad y que el corto plazo, también necesario, no puede ser excusa para eludir el futuro.
 
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