En el coloquio posterior a la presentación del trabajo 'Diez temas candentes de la Sanidad española en 2019', el moderador, Julián García Vargas, ex Ministro de Sanidad, preguntaba sobre que medidas debían tomarse para aumentar la autonomía de gestión de los centros sanitarios del Sistema Nacional de Salud. Una pregunta sin duda coherente si recordamos su etapa de ministro socialista en los últimos años ochenta y primeros noventa, cuando se asentaron las bases para gestionar y gobernar los hospitales y los centros de atención primaria. Unas directrices que se orientaban a considerar "el hospital empresa de servicios" un enfoque sobre el que tanto trabajó la Fundación Signo y que precisamente había sido el título de la conferencia inaugural del Profesor Barea en las primeras Jornadas Signo en Hellín el año 1993.
Una pregunta, consecuente también con los resultados que se han ido obteniendo en distintos trabajos de investigación, que apuntan a que el modelo de gestión importa y que disponer de personalidad jurídica y mayor autonomía de gestión, con independencia de la propiedad, pública o privada proporcionan un mayor grado de eficiencia técnica a los centros sanitarios. No obstante, y paradójicamente, una pregunta cuya respuesta es evitada por incómoda, una pregunta que de hecho ha quedado recluida a los minoritarios foros de gestión y que como el propio informe presentado en la Fundación Rafael del Pino de Madrid apunta, parece que ni desde arriba ni desde abajo se desea encarar, dejando que el rígido régimen administrativo vaya ganando de cada día más espacio en el sector.
Efectivamente, por la propia inercia del sector público, sometido a presiones e intereses; por la denuncia malintencionada de que cualquier cambio apunta a la privatización; por la reacción a la corrupción; por la reacción a la crisis económica que requería recortes desde arriba; por el afloramiento de nuevos niveles en la administración que reclaman su protagonismo, y por otros motivos, se ha ido sustituyendo el denominado, de forma peyorativa gerencialismo por las funciones administrativas delegadas. La nueva gestión por los procedimientos administrativos. La toma de decisiones por la elevación a instancias superiores sucesivas. El enfoque empresarial por las normas, los procedimientos y la burocracia. La negociación y resolución de conflictos por la juridificación. La captación y promoción del talento por rígidas normas de selección y contratación de hace dos siglos. Una tela de araña que enreda no sólo a los centros hospitalarios y de atención primaria, sino también a los Servicios Autonómicos de Salud y a las propias Consejerías.
¿Cómo contestar a la pregunta de forma pedagógica y sin correr el riesgo de las malas interpretaciones siempre presentes (se quiere evadir del derecho, se busca la discrecionalidad, se evita la transparencia, se huye de la jerarquía, se encubre la privatización)?
La respuesta convencional, académica, válida para un debate se ha reiterado tanto que por simple se ha convertido en un eco que sólo evidencia que las palabras no llevan a la acción. También, que vivimos en un mundo de ilusiones desubicadas (¿ para qué queremos profesionalizar la gestión si la orientación es de administración pública tradicional ?). El trípode de esta respuesta consiste en otorgar personalidad jurídica a los centros, definir un modelo de ingresos creíble y basar un patrón de gobernanza en el rendimiento de cuentas sobre la base de planes estratégicos alineados con los objetivos de la política sanitaria y planes de empresa acordes con el marco económico.
Aunque el desarrollo de estas medidas nos homologaría con la mayoría de países de nuestro entorno, no cabe hacerse ilusiones. Sigue siendo prematuro y aventurado contestar de forma tan ingenua a algo que no se percibe como un problema y no aparece en las agendas superiores. Ni es tiempo de reformas ni se entiende que otorgar confianza y transferir responsabilidades contribuye a crear organizaciones más comprometidas.
¿Entonces, no hay respuesta? Seguramente, ni la hay desde arriba ni la hay a corto plazo. Toca, confiar en una remaduración lenta, toca probablemente, desde las direcciones de los centros recuperar la mirada estratégica y tejer microcosmos de gestión, ensayar complicidades con los profesionales cuyo prestigio social debería ser un aval para las reformas, profundizar en la gestión clínica con más intensidad, ganar confianza y credibilidad en la administración de los presupuestos y no perder de vista el mundo exterior, con el que se sellan alianzas y cuya rápida transformación acabará presionando y forzando cambios de forma ineludible.