Valor en salud
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NO NOS VOLVAMOS LOCOS

NO NOS VOLVAMOS LOCOS

Francesc Moreu
Socio director de Moreu y Asociados   /   26-06-2020   /   0 COMENTARIOS   /  A+ | a-

Existe una gran sensibilidad social sobre la necesidad de reforzar la sanidad como garante de una respuesta eficaz a situaciones de crisis como la derivada del covid 19. Nada que objetar al “qué” pero si prevenciones en el “cómo” por el riesgo de apostar por soluciones emocionales cuando el problema que ahora pone de evidencia el virus existía desde hace tiempo en nuestro modelo sanitario.

El modelo sanitario español es un excelente modelo que ha dado resultados satisfactorios desde su instauración a mediados de los 80. La Ley General de Sanidad, la reforma de la Atención Primaria de Salud y las transferencias de las competencias del Insalud a las CCAA son los principales hitos de un modelo que resta inalterable desde hace más de 20 años ya que la única iniciativa significativa producida desde entonces ha sido la Ley de la dependencia del 2006 que desgraciadamente y como ha puesto de evidencia la pandemia, aún está por desplegar en toda su extensión.

La necesidad de pasar de un modelo de Sanidad a un modelo de Salud, más en consonancia con un nuevo modelo de sociedad, era más que evidente desde hace tiempo y la conveniencia de este cambio no podía leerse aisladamente, sino que debía inscribirse dentro del que precisaban el conjunto de prestaciones que bajo el paraguas del contrato social dan carta de naturaleza al Estado de Bienestar.

No sería inteligente lanzarse a un reforzamiento del sector público de salud incrementado únicamente su participación en el PIB, por mucho que ello sea necesario, basado en infraestructuras, tecnología y personas (numero en el caso de la enfermería y niveles salariales de todos) sin una revisión a fondo del modelo mirando al futuro y no al pasado.

Hay que tener en cuenta para ello los nuevos valores sociales, que hacen protagonistas a las personas; la salud es una responsabilidad individual (y parece evidente que la experiencia el covid reforzara esta responsabilidad) pero una obligación colectiva el propiciando la solidaridad y asegurando la equidad para que aquellos que pese a intentarlo, no les sea posible subvenir su propio bienestar, no se queden al margen.

Ello implica reconvertir de manera ambiciosa un modelo de Estado de Bienestar en uno de Sociedad del Bienestar, incorporando en la ecuación además del Estado y los individuos el mercado; mercado todo el posible y Estado todo el necesario sin perder de vista que seguramente la crisis 2020 acelerara   la que ya debía haber sido la salida de la del 2008, dando carta de naturaleza a una modelo postcapitalista que sin negar el capitalismo lo humaniza.

Paralelamente a ello y en consonancia con los valores sociales, habrá que dar mayor protagonismo a los ciudadanos ante de las decisiones que les afectan (como pacientes, como propietarios y como sociedad) y no solo en la transparencia en la rendición de cuentas del resultado de las mismas.

En este contexto debe plantearse el paso de un modelo de Sanidad a uno de Salud que es la clave de la reforma pendiente, en el que la Salud es un concepto social en que unos escriben la letra, los ciudadanos y otros, los profesionales, ponen la música con el objetivo que la salud sea en una concepción holística el equilibrio de las personas con su entorno.

Un entorno que en la arquitectura institucional del Estado de las Autonomías debe dibujarse no desde una perspectiva federal sino confederal (el verdadero Ministerio de salud es el Consejo interterritorial) pero que en el caso de una emergencia como la que estamos viviendo no se coloque el prurito de las competencias por encima de la salud de las personas.

A su vez las Consejerías de las CCAA deberían dejar de ser verticales (se ocupan de la sanidad) y pasar a ser trasversales como exige la actuación sobre los condicionantes de la salud y que en un 80% de los mismos hoy están fuera de sus competencias.

Elemento clave del modelo sería refundir en una sola la Ley General de Sanidad y la de Dependencia para evitar el hiato entre salud y autonomía de las personas desde una óptica de “human centricity” dado que el continuum salud/autonomía no se puede compartimentizar y en función de ello repensar el actual modelo sociosanitario que tan mal apoya los aspectos sanitarios de la atención social.

Tanto uno, Ministerio, como Consejerías deberían serlo tanto de lo público como de lo privado y cuesta entender que hoy día la industria farmacéutica solo tenga el tratamiento de gasto y que todo lo que gira alrededor del mundo de la bio y la info tecnología tan vinculados en este sector y con tanta trascendencia de futuro no forme parte de las preocupaciones gubernamentales en una perspectiva trasnacional de la investigación, el desarrollo y la innovación.

Los ajustes relativos al ámbito profesional son también imprescindibles. Una de las enseñanzas que ha dejado la gestión del covid-19 es una nueva perspectiva en el dilema de la calidad y la calidez, de si necesitamos especialistas o debemos apostar por la troncalidad, si la Atención Primaria es un nivel o un miembro más de un equipo asistencial y ha transparentado que los verdaderos gestores son los profesionales, que la gestión clínica es su instrumento y que los gestores convencionales deben ser los facilitadores de la actuación profesional.

Sería un error reforzar la apuesta por lo público desde la provisión sin situar los dispositivos públicos, manteniendo la titularidad pública, bajo la esfera del derecho privado, para así poder facilitar la gestión y permitir el networking público privado en la provisión de una póliza publica universal.

La financiación debe incrementarse. Los presupuestos del 2020 antes del covid tan solo recuperaban el nivel de gasto teórico del 2008, mientras que la realidad era que la Sanidad se financiaba con impuestos más déficit. El acumulado en estos años de crisis es de unos 40000 millones de euros por lo que lo prioritario es dar carta de naturaleza al gasto real dejando de financiar la salud con la economía cíclica  y dándole un carácter finalista vinculado a los recursos precisos para cumplir con las promesas de valor a una determinada población que tiene un perfil epidemiológico conocido y a la que se oferta una cartera de servicios con unas garantías explicitas, que en todo caso debe ser la variable de ajuste ante los recursos disponible.

El desafío es grande, el problema ya existía antes del mes de marzo e incluso antes del 2008, es un problema estructural y hay que darle respuesta sin volvernos locos centrándonos más en el bosque que en los árboles que en cualquier caso y más en este caso los arboles no nos deben impedir ver el bosque.

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