Valor en salud
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Economía de la salud y gestión

Economía de la salud y gestión

Carlos Alberto Arenas
Subdirector General de Calidad Asistencial, Seguridad y Evaluación del Servicio Murciano de Salud   /   01-06-2021   /   0 COMENTARIOS   /  A+ | a-
Acercar los mundos de la economía de la salud y la gestión es tarea imprescindible. Uno es un mundo académico, técnico y preciso, sobre todo en el ámbito universitario, y el de la gestión sanitaria es heterogéneo, impreciso y azaroso. Es muy deseable la profesionalización del directivo de la salud y, para lograrlo, es imprescindible la economía de la salud, que debe estar en la base de la planificación sanitaria. La crisis pone esta disciplina en primer plano y ahora se tiene muy en cuenta el coste efectividad de cualquier medida que se toma en el sector. No siempre es así: inaugurar infraestructuras sanitarias e incrementos de servicios, recursos y prestaciones vende mucho ante la opinión pública, que, a veces poco informada, cree que siempre en sanidad cuanto más, mejor. La sanidad se ha convertido en un escaparate para ganar votos y en un arma política arrojadiza de primer orden debido a su politización (dependencia excesivamente directa del nivel político).

La medicina basada en la evidencia, aliándose con la economía de la salud, debe dilucidar cuál es la parte necesaria y útil de nuestra actividad asistencial y preventiva. Debemos contestar a la cuestión de si todo lo que hacemos es para ganar salud y calidad de vida o simplemente una agrupación de procedimientos que se agregan sin aportar nada, o en todo caso efectos adversos, y crear pacientes dependientes de un sistema hiperprescriptor, basado en una medicina defensiva, en una medicina hipertrofiada inducida comercialmente, y en el prestigio social de la hiperespecializacion y el mayor intervencionismo. Al mismo tiempo, olvidamos o soslayamos, porque no interesa comercialmente, que actos mucho más simples y baratos, como la práctica de ejercicio físico, la restricción calórica o dejar de fumar, aportarían muchísimos más años de vida ganados con calidad a la salud de las poblaciones que atendemos que cualquier fármaco o técnica intervencionista de última generación.

No digo que no haya que innovar e investigar y seguir avanzando en terapias de última generación: sí, porque crean riqueza y nos hacen crecer como disciplina científica. Sin embargo, no deben ser las estrellas de la función, ni la base en las que se apoye nuestro Sistema de Salud, que, al ser público, redistributivo y pagado con impuestos debe tener muy en cuenta el coste de oportunidad. No sería ético, llevado al extremo, que por aplicar un tratamiento ultranovedoso y caro a una sola persona dejaran de tratarse, por falta de recursos, miles de personas que necesitan una intervención más barata. Pues eso está pasando: financiamos procedimientos y aún algunos fármacos que no han demostrado mejorar la calidad de vida, mientras no podemos, por falta de recursos, hacer intervenciones sencillas en promoción de la salud que podrían aumentar mucho la salud de miles de personas. Todavía no ha calado que en sanidad es importante no solo el coste directo, sino lo que debido a ese coste, aplicado en medidas poco útiles, redundantes, duplicadas y no indicadas, dejamos de poder hacer por falta de liquidez.

Para mejorar este escenario hay que apostar decididamente por la formación amplia en economía de la salud a gestores y profesionales sanitarios, e institucionalizar los departamentos o unidades de Economía de la Salud en los Servicios de Salud, a nivel central, y en las grandes instituciones periféricas, como hospitales, donde se toman las decisiones de gasto. La disciplina de la economía de la salud debe bajar al día a día de estas instituciones, para apoyando técnicamente a gestores y profesionales, ayudar a poner racionalidad en las decisiones estratégicas, y también en las cotidianas, que a veces se siguen haciendo por tradición, inercia o intereses inconfesables.

La labor de poner cada acto clínico en su lugar y con la prioridad adecuada no es fácil en escenarios donde los actores del sistema tienen tantos intereses distintos, y es tan grande la asimetría de información. Educar a la ciudadanía y los pacientes en que no siempre más es mejor, y concienciar a los profesionales del coste de oportunidad de sus decisiones, así como a los gestores y planificadores que hay que medir y evaluar siempre, para conseguir una medicina más razonable, humanizada, eficaz y a la vez segura y sostenible, son aún asignaturas pendientes.
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