La salud mental de nuestra sociedad está más comprometida que antes de la pandemia. Esta es una realidad objetivada. De hecho, los datos indican un incremento de un 300 % en las tentativas de suicidio de la población infanto-juvenil y de un 80 % de las urgencias atendidas en algunos hospitales.
Artículos publicados en la Revista de Psiquiatría y Salud Mental y en Depression & Anxiety, con datos de más de 9.000 trabajadores sanitarios de 18 centros sanitarios de toda España, señalaron que la mitad de las personas encuestadas presentaba un cribado positivo de un trastorno mental, y que casi un 15 % sufría un trastorno mental discapacitante, es decir, con repercusiones negativas en su vida profesional y social.
Otro trabajo, publicado en junio de 2021 en Journal of Affective Disorders, y realizado mediante una encuesta a la población adulta durante el confinamiento de 2020, concluyó que la falta de contacto social aumentó la ansiedad y los síntomas depresivos, y determinó que las relaciones sociales, pero no tanto el modo y tipo de vida individual, influían en este aumento de posibles problemas de salud mental.
Si consideramos este incremento tan importante en los problemas de salud mental con la falta de profesionales que impacta actualmente en el sector, estamos delante de un grave problema donde poder ofrecer recursos a los pacientes con trastornos de salud mental se hace muy complicado.
Es ahí donde las tecnologías digitales están haciéndose un hueco fácilmente, ya que pueden ayudar a gestionar el problema, ofreciendo un proceso más eficiente para el paciente y para el profesional. Aunque la salud mental siempre ha sido un ámbito de conocimiento donde las tecnologías digitales han sido prematuramente utilizadas, conjuntamente con las especialidades relacionadas con las enfermedades crónicas (HTA, ICC, EPOC, Diabetes, etc.), es ahora cuando ha acabado de posicionarse como uno de los ámbitos de mayor utilización y experiencia.
Las aplicaciones orientadas a la salud mental son terapias que conviven con las terapias tradicionales. Así, un tratamiento de depresión requiere la intervención de un especialista, pero puede ser tratada con alguna de las aplicaciones que se ofrecen en el mercado y que conseguirán resultados más tempranos y con mayor impacto.
Actualmente, se considera que aproximadamente un 11 % de la población puede estar bajo un problema de salud mental.
El 60 % de los encuestados de 130 países, que participaron en una encuesta realizada por la Organización Mundial de la Salud en el verano de 2020, informaron de que los servicios de salud mental para las poblaciones vulnerables, incluidos los niños, los adolescentes, los adultos mayores y las mujeres que necesitaban servicios prenatales o postnatales, se habían visto interrumpidos. En algunos casos, los servicios habilitados digitalmente ayudaron a que el problema no se agravara aún más, pero la adopción de estas intervenciones muestra grandes disparidades, y las diferencias suelen afectar negativamente a los países más pobres.
Las investigaciones demuestran que las aplicaciones de salud mental tienen claras ventajas clínicas para sus usuarios. Los metaanálisis de los ensayos, que abarcan más de 20 aplicaciones móviles, descubrieron que su uso para aliviar los síntomas y autogestionar la depresión reducía significativamente los síntomas depresivos. Un análisis similar de las aplicaciones para el tratamiento de la ansiedad descubrió que los usuarios experimentaban una reducción de los síntomas de ansiedad tras su uso, y que la mayor reducción se producía cuando las aplicaciones se combinaban con terapias presenciales o basadas en Internet.
Las aplicaciones que se centran en la atención plena y la meditación también ha demostrado sus beneficios. Un estudio sobre una de estas aplicaciones reveló que los usuarios experimentaron una disminución de la depresión y un aumento de las emociones positivas después de sólo 10 días de uso.
La mejora del bienestar tiene beneficios tanto económicos como personales. La mala salud mental supone una carga para la economía mundial. Las estimaciones prepandémicas sugieren que la mala salud mental cuesta a la economía mundial 2,5 billones de dólares al año, un coste que se prevé que aumente hasta los 6 billones de dólares en 2030.
La pérdida de productividad como consecuencia de la ansiedad y la depresión representa 1 billón de dólares de este coste hundido anual. Si no se adoptan medidas, estas repercusiones seguirán haciéndose sentir en todos los sectores económicos, tanto en términos de pérdida de gasto de los consumidores como de menor productividad. Mientras que la mayoría de los países sólo asignan una parte modesta de sus presupuestos gubernamentales de salud a la atención y el apoyo a la salud mental, existen oportunidades para que los creadores de aplicaciones y las empresas intervengan.
Las implicaciones financieras de una mala salud mental no pasan desapercibidas para las empresas. En parte, se espera que la adopción de aplicaciones de salud mental siga creciendo debido a las numerosas empresas que reconocen la importancia de apoyar el bienestar de los empleados y se asocian con aplicaciones de salud mental para hacerlas accesibles a su personal.
Aparte del uso de las Apps, también están entrando con fuerza nuevas tecnologías de la mano de startups. Así, podemos ver el uso de la realidad virtual para terapias de fobias, o hasta los primeros pasos de un futuro metaverso en este campo para este tipo de terapias. También, la realidad inmersiva se está utilizando para personas con problemas de demencia o para pacientes con problemas de neurodesarrollo. Se ha comprobado su eficacia en pacientes menores de edad con problemas de autismo, por ejemplo.
Últimamente hasta tenemos ya alguna experiencia en el análisis de la voz para detectar pacientes con problemas de demencia o Alzheimer. Aunque aún están en fase de análisis clínicos. Ya veremos…
Por ello, la salud mental se ha convertido en un trending topic en el sector de la salud digital.
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