Valor en salud
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Actualidad - Entrevistas

28-09-2010

 

Angel Padierna Acero
Servicio de Psiquiatria. Hospital de Galdakao-Usansolo

PREMIO PROFESOR BAREA EN LA 8 EDICION 2010 en la modalidad 4. Innovación, desarrollo y nuevas tecnologías

 
¿Cuánto tiempo llevas?
 
Me licencié en Medicina en la Universidad del País Vasco e hice la residencia en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander. Me especialicé en psiquiatría y me he movido por las diferentes provincias de la comunidad autónoma. En el año 91 me trasladé al Hospital de Galdakao, donde trabajo actualmente. En el 92 empezamos a atender a personas con trastornos alimentarios. En aquella época empezamos a hacer programas específicos para atenderles. Aquí en la comunidad autónoma fue la primera vez. Inicialmente vimos unos quince casos y fue evolucionando. Desde ese año, posiblemente hemos atendido más de mil quinientas personas con estas patologías.
 
¿Qué ha sido lo mejor? ¿Y lo peor?
 
Lo mejor de mi trabajo ha sido poder hacerlo. Mi trabajo siempre ha sido de psiquiatría general, pero he tenido oportunidad de especializarme en temas más específicos. Pasé por la psicogeriatría en el 86, cuando casi nadie entendía que la demencia había que atenderla de un modo especial. En aquel tiempo, desde el Hospital de Álava, colaboramos con la primera asociación de enfermos de Alzheimer del País Vasco. Cuando vine a Galdakao, surgió todo el tema de los trastornos alimentarios en un proyecto de psiquiatría de interconsulta. Siempre he tratado temas en el límite de la especialidad, lo que implica colaborar con otras especialidades. Generalmente, lo habitual de la psiquiatría parece que es estar ingresando a la gente, atendiendo la esquizofrenia, pero estas patologías especiales no tenían el mismo interés que hoy en día. Por eso, la atención de los trastornos de alimentación surge en el límite de la psiquiatría, en colaboración con el servicio de endocrinología y esa parte me gusta.
 
Lo peor es tener que ingresar a la gente. Tener en cuenta que los ingresos son necesarios, pero que un porcentaje elevado son forzosos, porque corren riesgo para sí o para los demás. Personalmente, prefiero utilizar otras vías más de convencimiento, pero en ciertos problemas es imposible.
 
¿Cómo ves el futuro?
 
En este momento, dentro de lo nuclear de la psiquiatría, dentro del enfermo mental grave, me parece que el futuro está en centrarnos en lo que se llama la recuperación, que es un movimiento nuevo dentro de la psiquiatría. Esto consiste en una mayor interacción de los profesionales con los enfermos, contar más con su opinión; antes se les consideraba incapaces casi por defecto, pero eso no es cierto. Esto no significa que necesariamente la gente supere todos sus síntomas, porque hoy por hoy no tenemos herramientas ni medicinas. La recuperación significa que las personas intenten recuperar sus partes sanas, que puedan ser partícipes de su propio tratamiento y buscar su hueco en la sociedad, para que ellos entiendan que su enfermedad no son ellos, sino que son personas que tienen una enfermedad.
 
¿Cuál es el objetivo del proyecto con el que habéis ganado el premio?
 
Intentar desarrollar una experiencia de estimulación a pacientes con cuadros de anorexia de muy larga evolución, que en principio tienen escasa posibilidad de recuperación y que, ellos mismos, por las estadísticas, asumen su enfermedad como un proceso que no tiene solución. Entonces hay que intentar estar más cerca, motivarles, ver si de algún modo podemos aprender de ellos y ellos, a su vez, aprender entre sí. Para ello utilizamos una experiencia que se había desarrollado ya en el campo de la prevención: se cogían personas que tenían riesgo de padecer un trastorno de la conducta alimentaria e intentaban aconsejar a otros para que no empezasen este tipo de conducta, utilizando la teoría de la disonancia cognitiva. Por tanto, se había utilizado con personas no enfermas, sino en riesgo, y pensamos que podía ser útil también en personas muy enfermas. La esencia del asunto es que ellas se expresen, que sientan que pueden ayudar a otros y que, a la vez, aprendan ellas mismas. Además, nosotros tenemos que estar un poquito al lado para moderar este tipo de apoyos y también para aprender. Usamos la herramienta del correo, que nos permitía estar en contacto en el momento que ellas quisieran o pudieran.
 
¿Qué resultados habéis tenido hasta ahora?
 
Habría que resaltar resultados de dos tipos: para nosotros, como profesionales, y para ellas. Nosotros hemos obtenido un conocimiento mucho más exhaustivo y más fino de lo que significa vivir con una anorexia crónica; en muchas casos, significa conocer qué pasos van dando cuando se van recuperando o incluso qué pasos no dan. Creo que pocos profesionales tienen la oportunidad de seguir día a día, durante dos años, a un grupo de enfermos que espontáneamente van contando sus síntomas, sus miedos o sus sensaciones. Por otro lado, ellas han roto un poco el aislamiento en el que vivían, pensando que no había solución y que eso sólo les pasaba a ellas. Se ha producido un proceso de comunicarse entre sí, de ver que sus consejos eran recibidos por otros y, además, de ver que gente que ha estado como ellas se ha recuperado. Es bueno tener experiencias cercanas de que recuperarse no implica engordar a niveles incontrolables. Así tienen modelos de recuperación.
 
¿Cuál es el futuro de este tema?
 
Esto habría que generalizarlo a más grupos. Habría que ver si esto funciona en casos menos severos. Se supone que si el tratamiento es bueno, debería ser más eficaz en pacientes menos graves. Otro elemento importante sería poder introducir materiales educativos para que puedan reflexionar. Habría que hacerles incluso partícipes de ciertos proyectos de investigación, por ejemplo, intentar definir fases o síntomas juntos, y así saber cuándo se empieza o cuándo se está en una etapa intermedia. Ahora mismo, esto es un poco fantasía, pero seríamos capaces de desarrollar instrumentos, cuestionarios, técnicas, que nos hablasen de síntomas precoces en anorexia. Esto es bueno, porque, aunque las pacientes se sienten muy culpables, no sabían que su enfermedad viene porque a ellas perder peso les produce una reacción especial. Hay gente que pierde peso y se queda satisfecho, pero ellas adelgazan y empiezan a pensar en recuperar peso, por lo que siguen bajando. Lo bueno sería poder detectar para quién es peligroso perder peso. Ahora, lo podemos hacer a nivel secundario: a las recuperadas les aconsejamos que no adelgacen, porque pueden recaer.
 
¿Sería bueno extender este debate a otras comunidades?
 
Creo que sí. Casi todas las comunidades están desarrollando ya programas de atención, unidades especiales, y les vendría bien esta herramienta de intervención a nivel de ambulatorio y de seguimiento. Aunque habría que valorar los costes para ver cómo se podría pagar esto.
 
Innovar en el área de la anorexia es necesario, por una realidad: en este momento las herramientas terapéuticas con evidencia científica siguen siendo muy escasas. En anorexia hay muy pocas cosas eficaces y todo lo que sea seguir investigando es importante.


La recuperación significa que

las personas intenten recuperar

sus partes sanas, que puedan

ser partícipes de su propio

tratamiento y buscar su hueco

en la sociedad, para que ellos

entiendan que su enfermedad

no son ellos, sino que son

personas que tienen una

enfermedad


Innovar en el área de la anorexia

es necesario, por una realidad:

en este momento las

herramientas terapéuticas con

evidencia científica siguen

siendo muy escasas


La esencia del asunto es que

ellas se expresen, que sientan

que pueden ayudar a otros y

que, a la vez, aprendan ellas

mismas.